Cuando no todo está perdido

El antes y el después de un bosque afectado por procesionaria visto desde un dron. Las imágenes aéreas muestran el cambio radical de los árboles aparentemente muertos antes de la primavera en los bosques de l’Espunyola. Aunque se han llevado a cabo tratamientos especiales para controlarla, este año la procesionaria vuelve a estar presente en muchos lugares de Cataluña.


Mejora espectacular en l’Espunyola

Las imágenes, grabadas a principios de invierno pasado por investigadores del Creaf y el CTFC con la ayuda de un dron, eran realmente desoladoras.

Los investigadores, sin embargo, ya apuntaron entonces que, aunque aparentemente los árboles parecían muertos, todo hacía pensar que volverían a brotar en primavera, ya que la procesionaria del pino sólo se come las hojas verdes y raramente devora las yemas cerradas.

Las imágenes, capturadas con dron en el verano, muestran el antes y el después de la situación en este sector de l’Espunyola. La mejora ha sido espectacular y estas imágenes dan fe, por lo menos en este entorno, que la mayoría de pinos no murieron y reverdecieron de forma evidente con la aparición de las nuevas acículas en primavera. Las imágenes muestran, así pues, el rebrote de los pinos después del ataque. La nueva afectación que puedan tener este año estos mismos pinos no se verá hasta finales de invierno.

El porqué de tanta procesionaria

A lo largo del pasado invierno la plaga de la procesionaria afectó de forma muy extensa los pinares de muchos sectores del país. Las elevadas temperaturas del conjunto de 2015, y sobre todo las del otoño, favorecieron que sobrevivieran muchas más orugas de lo habitual y que, finalmente, acabaran produciendo defoliaciones extensas e intensas en los árboles.

Jorge Heras, jefe de la sección de planificación de la dirección general de Montes de la Generalitat de Cataluña, destaca que además de los parámetros meteorológicos hay otros -a menudo con interacciones complejas- que determinan los niveles de procesionaria.

“Tradicionalmente se observaba que después de un año con mucha procesionaria, los predadores y sobre todo los parásitos de la procesionaria controlaban las poblaciones. Los brotes de la plaga de la procesionaria tenían lugar cada cinco o siete años. Desgraciadamente, esto está dejando pasar, ya que últimamente se observan niveles muy elevados de procesionaria en muchos lugares en años consecutivos”.

Campaña especial de tratamientos aéreos

A principios de otoño se hicieron tratamientos aéreos de control de la procesionaria en una superficie de 20.000 hectáreas, tres veces más que el año pasado. Entre las zonas tratadas recientemente hay 400 hectáreas en l’Espunyola, donde no se habían hecho este tipo de actuaciones desde hacía más de ocho años.

Para el tratamiento se ha utilizado un producto biológico, la bacteria ‘Bacillus thuringiensis‘, variante ‘Kurstaki’, compatible con la agricultura y la ganadería.

Heras destaca el papel de los tratamientos:

“La eficacia de los tratamientos aéreos se mide comparando la presencia de bolsas con orugas activas y de colonias iniciales en zonas cercanas y ecologicamente similares, una tratadas y otras no.”

Esto se puede ver, por ejemplo, alrededor de Casserres (Barcelona), donde no se han hecho tratamientos, y actualmente hay afectaciones importantes, a diferencia de lo que ocurre en las zonas donde se han hecho las actuaciones en l’Espunyola.

La valoración de la eficacia de los tratamientos de este año se puede terminar al cabo de los dos meses de los vuelos, comparando las zonas tratadas y las no tratadas con afectaciones similares.

¿Cómo evolucionará la procesionaria este año?

Para ver la evolución de la plaga habrá que esperar unos meses. Actualmente las orugas de la procesionaria están dentro de las bolsas dedicándose a comer las acículas de los pinos.

Cuando las orugas ya han completado su desarrollo a base de las acículas de los pinos, comienzan a bajar de los árboles en procesión. Esto suele ocurrir a finales de invierno, aunque depende de la zona. Posteriormente se recogen en campo los datos de los grados de afectación en las diferentes zonas y se cartografían para tener una primera previsión de la afectación la temporada siguiente.

Hay que recordar que el frío causa mortalidad en las orugas, sobre todo a principios de otoño, antes de que formen las bolsas arriba de los árboles, donde están más protegidas y se hacen más resistentes. Es bueno, por tanto, que haga frío en ese momento para controlar las poblaciones, lo que tampoco ha pasado este año.

De momento los mapas no vislumbran ninguna situación de frío intenso a medio y largo plazo, pero tampoco temperaturas especialmente suaves. Más allá, los modelos estacionales anuncian temperaturas medias ligeramente superiores a las habituales durante los meses de enero y todo febrero.

Los drones, una nueva tecnología para evaluar los bosques

El investigador Lluís Brotons destaca los beneficios de esta nueva tecnología debido a que permite cubrir el agujero de información que actualmente hay entre las vistas de terreno, costosas y limitadas en cuanto a superficie, y los datos que se pueden obtener en partir de los sensores de los satélites o aviones, de poca resolución y no siempre disponibles cuando hace falta.

El experto recalca que las posibilidades de utilización de esta tecnología son infinitas y que apenas están empezando a desarrollarse.

Los drones son una herramienta idónea cuando se pretende recopilar información sobre la recuperación de los bosques afectados por la procesionaria. Tienen, sin embargo, algunas limitaciones relacionadas con la poca duración del tiempo de vuelo y con la altura máxima de vuelo legalmente permitida hasta 120 m.

El ciclo de la procesionaria

La procesionaria es un insecto que puede convertirse en plaga. Se identifica rápidamente por la presencia de las típicas bolsas de pelos sedosos blancos en las ramas de los pinos o los cedros, por áreas desprovistas de hojas a su entorno y a menudo por la presencia de procesiones de orugas que nos causan molestos efectos urticantes si las tocamos o nos acercamos demasiado.

Las bolsas se hacen especialmente visibles en otoño, cuando las orugas las forman para protegerse del frío en su interior. De noche suelen salir para alimentarse de las acículas de pino (las hojas o agujas) del entorno más próximo, por lo que de forma gradual van haciendo desaparecer el follaje de los árboles que las acogen.

Al final del invierno las orugas bajan de los árboles y forman las procesiones con el objetivo de buscar un lugar adecuado para enterrarse y construir el capullo -donde hacen la crisalidación- y dan lugar a nuevas mariposas normalmente en verano, aunque algunas pueden tardar dos o más años en hacerlo.

Sin embargo, las temperaturas anormalmente altas de las últimas otoños e inviernos han hecho avanzar los enterramientos en muchos lugares más de un mes, dado que las orugas necesitan menos tiempo para alcanzar el desarrollo completo.


Fuente: Centro Tecnológico Forestal de Cataluña (CTFC) y Creaf. Una traducción del artículo de ara.cat
Foto principal: Isaac Sanz Canencia

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